Construyendo un Aragón con memoria y futuro

16/11/2011

Etiquetas: memoria historica

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Porque fueron, somos. Porque somos, serán.

A la hora de abordar el concepto de memoria histórica, un abanico inagotable de posibilidades se abre. Abordarlo desde una óptica independentista y revolucionaria exige unos mínimos. Interiorizar (como individuos y colectivamente) la importancia central de la historia en el devenir de nuestro presente, en el carácter de nuestro inconsciente colectivo, en nuestra propia identidad y, tanto en nuestras formas de lucha, como en los objetivos de la mismas se desvela complejo pero necesario.

No es un texto político (a nuestro parecer) el lugar donde reflejar sesudas discusiones bizantinas solo pensadas para exhibicionistas de una supuesta erudición histórica, casi siempre medieval. Tampoco se pretende dar una clase, ni apabullar con datos, nombres y fechas. Para quienes convergemos en el marxismo, la esencia no recae en el momento inmóvil, ni en la persona concreta, ni en el hecho anecdótico. El verdadero análisis implica conocer y comprender el proceso, la lucha de clases, pueblos, culturas… que dan como fruto avanzar al siguiente escalón de la historia humana.

La historia de nuestro pueblo se remonta al amanecer del pasado milenio, de modo que un paseo, aunque fuese somero, a su largo daría, mas que para un documento, para una titulación universitaria. Suponemos que nuestra audiencia conoce de sobra nuestros orígenes, nuestra fagocitación por parte de Castilla y la pérdida de nuestros fueros. Suponemos también que el siglo XIX, con su oligocracia, sus reformas burguesas y sus guerras son menos importantes para nuestros debates que el XX. Y ahí vamos a centrarnos.

El siglo XX comienza convulso en Europa y América latina. Ya en 1905 el mundo asiste a la primera revolución obrera (aunque sea derrotada). Pero este hecho, sumado a la experiencia de la heroica Comuna de París supone un gran estímulo de cara a emprender el mayor hito histórico tras la invención de la propiedad privada: la Revolución rusa de 1917.

El Aragón de comienzos de siglo reunía casi todos los tópicos de los países colonizados: analfabetismo, miseria, fanatismo religioso, alcoholismo… Se observa además un fenómeno que se repetiría durante el franquismo: la migración masiva. Y, como decía F. Engels, la historia tiende a repetirse, unas veces como farsa y otras como tragedia. El caciquismo disfrutaba de una admirable salud, la iglesia cuidaba del adoctrinamiento del pueblo y, en el campo emancipatorio, las ideas hegemónicas se centraban en el anarcosindicalismo y su organización en el estado, la Confederación Nacional del Trabajo.

Con ese panorama se encontró el dictador Primo de Rivera en su ascenso al poder. Se podría considerar que, en muchas materias, éste fue un experimento bonapartista que alisó el terreno a su alumno aventajado, Franco. Si bien el régimen de Primo permitió a la burguesía industrial y financiera y a una parte de la pequeña clase media aragonesa el acceso a cierto desarrollo y a algún nivel de crecimiento económico,para el pueblo aragonés solo significó continuidad de la explotación y una represión que dejaba (momentáneamente) a salvo solo al PSOE y a la UGT. Una vez que la burguesía despertó de su nuevo sueño imperialista, esta vez en África y tras un profundo proceso de acumulación de capital en manos de la élite emergente, la dictadura dio paso (nos suena conocido) a la restauración borbónica, sin que ello supusiese cambio sustancial alguno.

El siguiente hito es el que marca el comienzo de nuestra responsabilidad a la hora de honrar a nuestr@s caíd@s. La mañana del 14 de abril de 1931 en el pueblo vasco de Eibar se izaba la tricolor, y antes de acabar el día, la república estaba instaurada en los territorios del estado español. Si bien el carácter burgués de ésta concibió errores de calado, es innegable lo que este período colaboró en mejorar las condiciones de vida de las capas populares. Derechos sociales, cierta redistribución monetaria, y la introducción de algún reconocimiento a las soberanías de las naciones oprimidas son alguno de los valores reconocibles a la II República Española. Pero eso no fue lo único que trajo este modelo. Es un hecho consensuado el crecimiento cualitativo y cuantitativo de las organizaciones de la causa obrera. Y eso era mucho más de lo que la plutocracia podía permitirse. Sabedora de su posición día a día mas débil, y tras años de atentados, montajes y manipulación, y ante la ineficacia de ésto, se encarga de promocionar el golpe de estado de Mola, Franco y los otros.

En un principio, el golpe fracasa. Sin embargo, desde el primer momento, las capitales aragonesas caen en manos traidoras. No ocurre lo mismo en el campo de nuestra nación, donde el campesinado, muy influenciado por la socialdemocracia y el anarcosindicalismo, empuña las armas. Se da en nuestro país la experiencia mas original de este período, las colectivizaciones del bajo Aragón. Y aquí también se comprueba el comportamiento de la burocracia stalinista que dirigía el PCE, mas preocupada de evitar segundos frentes a Moscú que en apoyar una incipiente revolución.

El Consejo de Aragón, las batallas del Ebro, Teruel…, la epopeya de la División 43, la Columna Durruti… son hechos que, por separado, merecen reflexión y análisis. Pero sucedió lo inevitable. Franco y sus aliados del fascio internacional vencieron una guerra desigual. Y comenzó una pesadilla que se extiende hasta hoy. Lo mejor y mas comprometido de nuestra sociedad acabó en la Resistencia contra los nazis, en los campos de concentración españoles, alemanes y franceses, en Belber, el pozo de Caudé y las cunetas, en tumbas sin nombre, cárceles, exilio y marginación.

Se tejió desde el poder un entramado social, económico, cultural y psicológico que no solo perpetuó la dictadura, si no que penetró tan profundamente en la mente individual y colectiva de l@s aragones@s que aun hoy está incrustado en el pensamiento y los actos de nuestr@s compatriotas. Ahí comenzó el olvido y la criminalización. Quienes habían asesinado, encarcelado, arrastrado a la miseria real y cultural a miles y miles de aragones@s se permitían perseguir y tildar de terroristas y bandidos a quienes luchaban contra ell@s (otra vez nos suena).

Durante el tardofranquismo, la resistencia se centró en el sindicalismo y el comunismo oportunista del PCE. En los años de la nueva restauración borbónica, un sinfín de siglas y tendencias florecieron, de las cuales sobreviven una pequeña minoría en la actualidad. Aunque es obvio que la burocracia del PSOE, IU, CHA, CCOO y la UGT conserva una buena cuota de protagonistas de aquellas sectas. A nuestro parecer, intentar establecer un salto cualitativo entre el franquismo y la dictadura del capital que vivimos es una farsa en la que no vamos a entrar.

Este breve texto tiene como objetivo hacer un repaso de aquellas circunstancias históricas que determinan nuestro presente. Quizá con ello nos animemos a profundizar, compartir y debatir. En todo caso, merecen nuestro reconocimiento tod@s aquell@s que, a lo largo de los siglos, han combatido por un Aragón libre y justo en un mundo libre y justo.

 

Honor a nuestros/as caídos/as!

Ni olvidamos, ni perdonamos.

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