El futuro de Siria

09/01/2025

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La postura de Puyalón de Cuchas respecto a la guerra en Siria siempre fue la defensa de la Siria progresista y laica que representaba el régimen de Bashar al-Ásad. En su momento firmamos y apoyamos un documento a nivel internacional (febrero de 2017) que venía a solidarizarse con el pueblo y el gobierno de esta república árabe.

Las premisas eran claras en el complicado tablero de Oriente Próximo: frenar la invasión imperialista y neocolonial representada por mercenarios que luchaban por una revolución contra la cuna del socialismo árabe. Una guerra civil larga y cruel, que ha ido oscilando desde 2011. De las revoluciones al estado de congelamiento del escenario sirio. El debilitamiento de la ayuda de Rusia, Hezbolá (Líbano) e Irán, han facilitado que los rebeldes, encabezados por HTŞ (Heyet Tahrir el Şam), se hicieran finalmente con el control del país (caída de Damasco el 7 de diciembre de 2024).

Nuestra perspectiva trata de huir de análisis simplistas, que se reducen a la polarización entre el denominado “campismo” del todo vale y el imperialismo neoliberal estadounidense. Los matices y los tonos grises suelen ser los más adecuados para aproximarnos a conflictos como el sirio.

La agresión imperialista israelí sigue su curso, ocupando determinadas zonas de territorio sirio, demostrando la doble pinza ejercida sobre el Estado sirio. El cómplice silencio internacional ante estos hechos refuerza la tesis de la limpieza de “regímenes no adscritos a la biblia de la OTAN”. Nada nuevo con EE.UU., en la puerta de atrás, dejando hacer, mientras el mundo occidental (UE y amigas) sigue legitimando su falsa idea de defender los Derechos Humanos.

El papel de Erdogan y Turquía ha sido de continuo acoso y derribo, con una injerencia supremacista vía OTAN, que le ha permitido fijar sus fronteras, continuar con el etnocidio hacia los kurdos y plantear la doble pinza con el sionismo de Netanyahu. 

No nos olvidemos que llega al poder una coalición política ultrarreaccionaria. Un frente contrarrevolucionario de islamistas radicales que son los de siempre (Al Qaeda en su enésima mutación), y también nacionalistas con pretensiones de todo tipo.

En Siria hay muchos retos: 13 millones de personas desplazadas desde que comenzó la guerra -la de mayor proporción en todo el mundo-. La cuestión de los refugiados y exiliados es de máxima urgencia, ya que la llegada al poder de islamistas radicales siempre trae problemas de coerción y represión.

La situación del pueblo kurdo es otro elemento sensible. 400.000 kurdos no tenían documento de identidad hasta 2011. Las cesiones y concesiones mínimas de Al-Ásad provocaron su apoyo a la causa rebelde. El régimen baazista (partido Baaz) utilizó las divisiones sectarias como herramienta de control territorial. ¿Alguien no lo hace cuando tiene el poder?

El tiempo nos dirá si hay un cambio real y material en las condiciones de vida del pueblo sirio, pero mucho nos tememos que no será así. La historia contemporánea es tozuda. La solución política debería pasar por implementar la resolución del Consejo de Seguridad de la ONU nº 2254 (2015) en proporción a lo impuesto por la nueva realidad, y que necesita de la participación de todas las fuerzas internas.

El integrismo islámico amenaza a la democracia y los Derechos Humanos en un país que era ejemplo de todo lo contrario, a pesar de las contradicciones internas. Esto es una realidad que hay que apuntar. El repunte en la proliferación de etnoestados en Oriente Próximo responde a una coyuntura de descomposición del capitalismo internacional, que como siempre apuesta por la vía de la guerra y la violencia. Los 50.000 muertos en Gaza con la operación ejercida por Israel sobre Palestina son otro ejemplo de lo mismo, en una terrorífica conexión entre horror, poder, devastación y humillación hacia la población civil.

En Siria ya se plantea integridad territorial, preservación de las instituciones estatales, Estado aconfesional y prohibición de la incitación al odio sectario. En resumen, apoyar a las clases populares sirias, evitar sanciones innecesarias en un país destrozado y mutilado tras una larga década de guerra y respetar derechos básicos de las minorías, que incluyan la autodeterminación en casos tan evidentes como el que afecta a los kurdos.

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