Ha pasado el suficiente tiempo para realizar una valoración política sobre el tsunami de horror que está viviendo el País Valencià y especialmente la comarca de Horta Sud, la principal afectada por la DANA que asoló esta zona el pasado 29 de octubre. 231 personas fallecidas, infraestructuras, vidas y economías totalmente anegadas, en una de las mayores catástrofes hidrológicas en la historia del Estado español.
Carlos Mazón continúa de presidente de la Generalitat valenciana, la economía por encima de todo, no dimite porque ha calculado fuerzas y apoyos. Una caquistocracia, formada por ineptos e incompetentes, que no quisieron avisar y alertar a la población aquel fatídico 29 de octubre.
Cuando la ciencia nos está alertando de la Emergencia Climática, la responsabilidad y prevención deben ser una virtud de los poderes políticos. Y esto no viene de ahora, la tropicalización del mar Mediterráneo, con temperaturas superficiales por encima de los 30ºC durante varias semanas ha provocado un aporte de energía y humedad que los episodios de “gota fría” se convierten en fenómenos de gran destrucción. Esto podía ocurrir, el País Valenciá es una zona altamente expuesta a estas situaciones.
El Estado español no ha hecho los deberes ante el nuevo clima, que ya está aquí. La escala de los daños escapa a cualquier lógica… Ser una potencia intermedia hace que la ciudadanía observe con estupor toda la gestión de los días posteriores. Estos escenarios llevan prediciéndose medio siglo por parte del mundo científico. Se estima que unas 166.000 muertes al año son provocadas por los efectos del calentamiento global (olas de calor extremas, inundaciones, hambruna…). La comunidad internacional sigue apurando la gran mentira del capitalismo extractivista. En la última Conferencia de la ONU sobre el Cambio Climático (COP 29, en Bakú) se evidenció un rumbo colapsista, con acuerdos sobre financiación por las pérdidas del cambio climático (pasta), medidas de transición energética (inversiones para empresas con intereses: el caso del Maestrazgo y las renovables) y nula voluntad política ante el fracaso de mitigar ese famoso 1,5 ºC de calentamiento medio respeto a la época preindustrial.
Se ha escrito mucho sobre competencias de unos y otros a la hora de abordar la prevención e intervención, aquí la ultraderecha enseguida ha colocado sus marcos de debate sobre los supuestos beneficios de un Estado totalmente centralizado. Una mentira más ya que si la gobernanza (el poder ejecutivo) es incapaz, no hay debate sobre centralizar o descentralizar. Respecto al mando único, desde Puyalón ya exigimos en su momento que el Operativo de Prevención y Extinción de Incendios fuera asumido competencialmente por la DGA, evitando la duplicidad de las Diputaciones Provinciales.
En este sentido, el debate sobre centralización/descentralización no tiene ningún sentido. El pueblo debe mirar a quién le gobierna y en este caso la responsabilidad directa apunta al PP de Carlos Mazón. Desde Puyalón de Cuchas tenemos claro que sólo la Soberanía Económica nos va a permitir tener unos servicios públicos de calidad, y aquí entra todo lo relacionado con la Emergencia Climática.
La reflexión es clara y meridiana. El capitalismo mata y el negacionismo climático acelera un terrorismo ideológico que no tiene fin. Se ha escrito mucho sobre si esto supone un punto de inflexión, el PIB sobre la vida, sobre los derechos humanos… os suena? Queda lejos el COVID-19, cuando defendíamos un sistema social y económico nuevo, que diera estabilidad a las mayorías.
La sociedad no está polarizada, se ha derechizado. La lucha de clases sigue ahí y el socialismo del siglo XXI debe construir sobre la vida, la necesidad de protegerla ante la huida hacia delante del neoliberalismo y neoconservadurismo. Las prioridades tienen que ser otras. Negar significa morir o dejar morir. Para luego mentir.