Vamos a ir a Europa. Vamos a ir contra esta Europa. Vamos a defender la Europa de los pueblos, de las trabajadoras, de los estudiantes, de las clases populares… vamos a construirla desde la base. Y vamos a hacerlo trabajando hombro con hombro con otras fuerzas rupturistas y soberanistas. Por supuesto con las más cercanas, con las que compartimos la mayor parte de los opresores. Pero una de las razones de querer estar en Estrasburgo es poder hacer frente común, lucha unitaria y visiones compartidas con otras fuerzas de características sociopolíticas similares radicadas en el resto del continente. Y junto a ellas alzar la voz y el puño en contra de la Europa de los mercados y los mercaderes, del Banco Central Europeo, la Comisión Europea y el Fondo Monetario Internacional, caras más visibles de un sistema que, a nivel mundial expolia y saquea a los pueblos en pos del beneficio de unas élites insultantemente minoritarias.
Cuando esta última crisis golpeó en Aragón, no fue más que lluvia cayendo en un suelo mojado. Por supuesto que sufrimos los recortes y las políticas de austeridad, al menos al mismo nivel que otros pueblos de la periferia europea. Nuestros pueblos mueren sin escuela, médico y otros servicios. Nuestros montes sufren la desertificación más atroz. Nuestra juventud nutre las filas del paro, de la emigración, de la sitiada educación pública, de la desesperación de toda una generación cuyo futuro está ya hipotecado.
Aragón sufre una de las precarizaciones más altas del continente, sólo superada por las de otros pueblos encuadrados en el Estado español. Nuestro país padece, en una escala similar a la de los pueblos que nos rodean, un insoportable número de desahucios, incontables ataques a nuestro medio ambiente, urbanización enloquecida y una más que preocupante corrupción, entre otros desmanes, fruto de esta etapa del capitalismo.
Pero decíamos que es lluvia cayendo sobre mojado. Y no lo decimos en balde. En estas tierras conocemos de sobra el desprecio de los poderosos en su carrera por acumular poder y dinero. El precio de sus victorias, de sus beneficios, de su gloria, lo paga el pueblo. Y es un precio que no podemos pagar, es un precio que se paga con la miseria, la servidumbre, el hambre y la ignorancia. A lo largo de los siglos, las gentes de Aragón han sido olvidadas, humilladas y condenadas a la emigración.
Han asesinado a nuestro Chusticia, nos han aplicado los decretos de nueva planta, han prohibido nuestro idioma y nos han vendido y comprado de 1000 maneras. Una vez, incluso les hizo falta una guerra genocida para intentar acallar nuestra voz. En esa guerra decenas de miles de hombres y mujeres trabajadoras, socialistas, anarquistas, comunistas o simplemente diferentes, fueron aniquiladas y su memoria fue proscrita. Las más valiosas experiencias de colectivización surgidas en Europa se dieron en nuestro país. También surgió el primer intento serio de un modelo de gobierno aragonés, soberano y popular. Ambas fueron borradas. Una, por las consecuencias del conflicto iniciado por los padres ideológicos del actual Gobierno español. Las otras, por un modelo que supeditaba oscuros intereses geoestratégicos a las necesidades de un Aragón insurgente.
Y, tras la guerra, el hambre con la mansedumbre que genera. El dramático fenómeno de la despoblación con el abandono de los pueblos y la emigración masiva como mano de obra barata, que imposibilitan la dignidad y la soberanía, no fue otra cosa que el fruto podrido y pretendido de las políticas de hambre y exterminio. Y, tras la miseria formal, la mascarada que asegura la continuidad de la miseria. Un baile de disfraces con cargo al mismo pueblo que ya estaba agotado, pero que entregó lucha, esfuerzo, ilusiones y sangre por sacudirse el yugo de quienes llevaban años, décadas, siglos, aprovechando su miseria.
La generación que entregó ese esfuerzo tiene mucho que ver con la actual. Ambas han aprendido que estar en la calle, exigir lo justo y luchar por su derecho a decidir su futuro, no es sólo voluntad sino también obligación. Ambas inundan avenidas de cánticos y banderas. Las dos tienen que luchar con todo un aparataje cultural que justifica, aplaude y alienta la explotación del ser humano por otro ser humano y de un pueblo por otro.
Pero no vamos a dejar que esta generación sufra lo que nuestros padres y madres sufrieron. En el baile de máscaras del que hablamos, los fascistas de siempre se volvieron demócratas de toda la vida. Los radicales se tornaron moderados y los mismos caciques siguieron repartiéndose nuestra tierra y nuestro futuro, con el consentimiento de sucesivos gobiernos.
Aragón decide. Ha llegado la hora. Esta generación, día tras día, toma consciencia de que sólo decidiendo libremente podrán asegurar un futuro. Las nuevas formas de comunicación hacen más visible que nunca que ya no es Zaragoza, ni siquiera Madrid, la que toma las decisiones que nos llevan a lo que es una situación de emergencia social.
Ya lo podemos decir alto y claro: un nuevo agente político y social ha nacido. Ha nacido de las estudiantes, de los trabajadores, de las vecinas, de los militantes en defensa de la tierra, de la ternura vestida de solidaridad… Y no ha venido solo a quedarse, ha venido a vencer. Ha venido a aportar lo mejor que tiene en pos de una lucha común, la lucha porque esta tierra inmemorial vea la sonrisa sincera y tranquila de nuestras hijas.
Puyalón de Cuchas quiere que Aragón decida. Queremos poder decidir sobre unas políticas de austeridad que no son nuestras. Queremos decidir una política monetaria al servicio de las clases populares. Queremos decidir si las empresas estratégicas –energéticas, ferroviarias, telecomunicaciones y agua como ejemplo- vuelven a ser propiedad de todas. Puyalón de Cuchas quiere que entre todos decidamos defender nuestro medio, nuestras lenguas y nuestra identidad y personalidad con uñas y dientes. Así como defenderemos el derecho de las mujeres a decidir.
Porque decidir es empoderarse. Porque las calles ya han decidido que no quieren ni oír hablar de la Troika. Porque Aragón ha decidido no seguir pagando la fiesta a los caciques de ayer y hoy, de aquí y de fuera.
Ahora Repúblicas, porque sabemos que la unión es la clave de la fuerza. Que son los pueblos luchando al unísono los que van a derrotar a esa bestia que devora personas, tierra y pueblos. Porque aprendemos y nos enriquecemos del contacto con otros pueblos. Y creemos, como aquel, que es mejor ser buenos vecinos que malos súbditos, el futuro de aragoneses y aragonesas no debe construirse desde Estrasburgo ni Madrid.
Esto es lo que queremos que clame bien alto nuestra voz en Europa. Que nuestra dignidad y nuestra voluntad de decidir no están en venta. Que hemos decidido emanciparnos como pueblo, como clase, y que nada de lo que hagan va a detenernos.
Las competencias del Parlamento europeo son mínimas en comparación con la antidemocrática Comisión Europea, un órgano elegido directamente por los gobiernos y que acumula un ingente poder. Porque esa es una de las constantes de las instituciones europeas. Cuanto mayor es su poder, menor es su transparencia y democracia. Sin embargo, desde el parlamento europeo se elaboran normativas y reglamentos de especial interés para nuestro país. Directivas sobre políticas sociales, protección del medio ambiente, defensa de la cultura, de las lenguas o las políticas de integración se debaten y votan allí.
Ahora Repúblicas sabe que la democracia no es sólo ir votar cada cierto tiempo. Creemos firmemente que la participación activa, la implicación decidida y la toma de decisiones colectivas son parte fundamental de la democracia. Por ello, nuestro Programa, no es nunca un rígido manual, sino la voluntad viva y dinámica de los sectores más conscientes del pueblo trabajador aragonés. El Parlamento europeo tiene la potestad de emitir normativas de obligado cumplimiento para los Estados miembros, y esto es lo que aspiramos a forzar con nuestra presencia en dicho Parlamento y con la cooperación con otras fuerzas progresistas europeas.
La candidatura Agora Republicasrecoge una serie de medidas que consideramos de especial urgencia e interés: