Se estima que anualmente 46 millones de mujeres en el mundo interrumpen un embarazo que no pueden asumir. Las condiciones en las que se realizan los abortos varían enormemente según los países, en función del grado con el que se respetan los derechos de la mujer a decidir sobre su maternidad y la coherencia de su aplicación. La penalización del aborto no determina que haya menor número de ellos pero hace que se realicen en condiciones de riesgo constituyendo un problema grave de salud pública.
Por lo tanto, las leyes contra el aborto matan mujeres en nombre de la vida. En los países donde el aborto se considera ilegal, mueren 10.000 mujeres al año, 28 por día, según los datos de la Organización Mundial de la Salud, por tener que recurrir a clínicas clandestinas privadas. Clínicas inseguras, que a menudo cuentan con el beneplácito de las autoridades locales, que participan del beneficio de dicho negocio. Las mismas autoridades que aprueban leyes para prohibir el derecho al aborto y criminalizarlo, como es el caso de Argentina. La restricción del derecho al aborto es un negocio que sale muy caro.
Todos estos problemas son consecuencia de una economía de mercado. Los que especulan con la vivienda, son accionistas. Los que abaratan el desempleo, son accionistas. Los bancos que cobran los intereses de las hipotecas y embargan al que no puede seguir pagando —acaso porque ha perdido su empleo o la pensión no le llega—, son accionistas. Los que fabrican preservativos, son accionistas y, por supuesto, aquellos que montan clínicas ilegales privadas, son accionistas.
Por otra parte, este retroceso de 30 años que pretende el ministro Gallardón y su sequito sobre la ley del aborto, es una regresión a la violencia estructural que se ha ejercido en el estado español hacia las mujeres y grupos oprimidos. Así, que cuando hablamos de la violencia estructural hacia las mujeres, nos gustaría contestarle al Partido Popular, que es la que ustedes respaldados por la iglesia Católica y sus instituciones ejerce sobre nuestros cuerpos y sobre el derecho a decidir. Y cuando hablamos de malformaciones, los y las bebes que la sufren no tienen una vida digna, tal y como han declarado varios testimonios de madres, como de pedíatras, insistiendo “que no es vida, que es una subsistencia de sufrimiento”. Además del gasto que esto supone en operaciones, bajas por depresión de las familias, etc, que con los nuevos recortes no se podrán asumir. Sumado a esto, si escinden el derecho a los dependientes, habrá familias que no tengan más que abortar, antes que incrementar su propia miseria y la de su prole. Por lo tanto, no hay que juzgar sino apoyar a todas las mujeres que tomen esta decisión.
Otro punto a tratar, es que con estas medidas los y las ciudadanas en situación irregular solo podrán acceder a la sanidad pública en caso de urgencia o embarazo, ¿pero acaso no es el aborto una urgencia, y también, un embarazo?
Asimismo, el mayor número de personas en contra del aborto son hombres, representando un 77% del total, a estos contestarles que el enfoque no es el aborto sino la autonomía reproductiva. La cuestión no es si los hombres están a favor o en contra del aborto, es sobre el respeto a la voluntad y autonomía, a la valoración de la igualdad y la equidad, la corresponsabilidad, la no-violencia y otros valores contrarios a la masculinidad hegemónica, es decir, contrarios a la intimidación y a la violencia, a las amenazas y los maltratos, a la negación de la manutención o la paternidad.
Finalmente, desde a Clau Roya y Puyalón de Cuchas, nos gustaría preguntarle a los provida o al nacionalcatolicismo español, que nos aclaren sus intenciones: : ¿Tendrán previstos castigos para las mujeres que han abortado y para el personal sanitario que les ha secundado ?. Nos gustaría saber, aproximadamente: ¿ A cuántos años de cárcel serian condenadas estas personas?.
Sumémonos todas al derecho al aborto legal, seguro, libre y gratuito. Además de realizar propuestas de salud sexual y reproductiva fuera de los estereotipos patriarcales y que involucren a todas las personas que formamos parte del feminismo de resistencia y combativo.
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