El Monasterio de Piedra, en Nuévalos, es sin duda uno de los lugares más turísticos de Aragón y más conocidos fuera de ella. Su entorno natural fantasioso hace contraste a la austeridad de su monasterio cisterciense, fundado en 1194. Una arquitectura basada en los principios de simplicidad y funcionalidad. En 1218 se dejó el primitivo emplazamiento del castillo de Piedra Vieja por el nuevo monasterio. Fue el primer lugar europeo donde se cocinó, en 1534, el chocolate importado de América. En 1836 fue desamortizado y adquirido por Pablo Muntadas Campeny, su hijo Juan Federico Muntadas lo convirtió en un emplazamiento turístico. Es Monumento Nacional desde 1983, Bien de Interés Cultural desde 2009 y Jardín Histórico desde 2010.
Sin embargo, nos vamos a centrar en uno de sus mayores tesoros artísticos. Actualmente en la Real Academia de la Historia, en Madrid, desde 1851 y a consecuencia de la desamortización. El origen de la misma data de 1735 a partir de tertulias sobre historia y Felipe V (IV de Aragón) la crea oficialmente mediante real decreto en 1738. En 2011 fue polémico su “Diccionario biográfico español”. Un relicario es una caja o estuche donde se guardan reliquias o recuerdos de los santos para exponerlas a la veneración. Son conocidos al menos desde el siglo IV y a partir del siglo XIII adquieren variadas formas artísticas.
El relicario del Monasterio de Piedra data de 1390 y podemos citar el esplendor artístico en la Comunidad de Calatayud en esa época, especialmente el mudéjar, pero también el gótico. Se trata de un mueble litúrgico gótico-mudéjar en forma de tríptico, de poca profundidad y grandes dimensiones 2,44 metros de alto y 3,67 de anchura, ricamente dorado y policromado. Cuando está cerrado tiene aspecto de un retablo y al abrirse por un tirador, de relicario. El cuerpo central es un frente rectangular de madera, con siete arcos polilobulados muy adornados, cada uno de ellos iba a llevar una reliquia o un ángel. En el arco central se conservaba una Sagrada Forma, Sacro Dubio de Cimballa, la más importante reliquia del monasterio. Cuenta la tradición local que una hostia había sangrado milagrosamente ante la duda de un clérigo sobre la transformación del pan y el vino en el cuerpo y sangre de Cristo. En 1390 fue donada por Martín I el Humano al monasterio, antes de ser rey de Aragón cuando era Duque de Montblanc, siendo abad Martín de Ponce. Para ello se hizo un nuevo altar mayor con un relicario. Se completa con dos puertas decoradas con lacerías de ocho puntas.
El programa iconográfico se organiza al modo de los retablos del siglo XIV: manifestatio, testificatio y narratio. La manifestatio es la afirmación de un principio doctrinal de la fe. Cuando el relicario tenía las puertas abiertas y mostraba el Sacro Dubio como Jesuscristo en el palacio celeste, con los seis ángeles adorantes en alabastro o plata hoy perdidos, y ocho ángeles músicos pintados en la parte interior (órgano portátil, vihuela frotada con arco, arpa de doble cordaje, salterio de doce órdenes, laúd, rabel, zanfoña y guitarra primitiva). Y referencia a la protección especial que Dios daba a la Corona de Aragón, con A surmontadas de corona real en una dalmática de uno de los ángeles.
La narratio es el relato en imágenes de un ciclo de la historia sagrada en modo didáctico. Cuando el relicario estaba cerrado, encajadas en la lacería de estrellas de ocho puntas y dentro de arcos de medio punto, se inscriben doce tablas pintadas al temple y retocadas al óleo. Desarrollan tres ciclos iconográficos: tres tablas sobre la infancia de la Virgen (Abrazo de San Joaquín y Santa Ana ante la Puerta Dorada, Nacimiento de la Virgen y Presentación de la Virgen niña en el templo); tres tablas del nacimiento de Cristo (La Anunciación, La Visitación y La Natividad); y seis tablas en la puerta derecha sobre la pasión (La oración en el Huerto de los Olivos y el Prendimiento, Lavatorio de Pilatos y Cristo camino del Calvario, Cristo clavado en la cruz ante las Santas Mujeres, el Calvario y el Descendimiento.
La testificatio representa a personajes que dan fe con sus experiencias de que lo representado en el retablo es acorde a la doctrina. Hay dos ciclos. En las enjutas de cada arco se representan ángeles y profetas con filacterias que expresan profecías sobre lo representado. La cornisa de mocárabes tiene representada la gloria celestial con Dios Padre entronizado y Jesucristo como varón de dolores, con los apóstoles. En las arquerías lobuladas hay una serie de escudos de los protectores de la abadía. Aparecen los emblemas de Aragón, del propio monasterio, y de las familias Fernández de Heredia y Azagra.
Se supone que es un trabajo en equipo y se distinguen cinco manos diferentes, coordinadas por un maestro, citado en ocasiones como el Maestro del Monasterio de Piedra. Un mazonero se encargó de la marquetería mudéjar, y pudo en el cercano castillo de Mesones de Isuela con ángeles muy similares en su techumbre. Un pintor realizó los ciclos iconográficos del Nacimiento de la Virgen y Nacimiento de Cristo, figuras en quietud con epígrafes en árabe y hebrero, con influencia bizantina y de la escuela sienesa y florentina, conocidos a través de los hermanos Serra que también se les atribuye la techumbre de Mesones de Isuela. Otro pintor se encargó del ciclo de la Pasión de Cristo, con influencia del estilo internacional, se representan figuras nerviosas y dramáticas. Otro maestro pintó los ángeles músicos, figuras suaves y delicadas muy similares a los de Mesones de Isuela. Identificado con Guillén de Leví debido a que dejó una firma encriptada. Similar a la de la catedral de Tarazona de los hermanos Leví, pintores judíos o judíos conversos. El último maestro se encarga de la cornisa de mocárabes, al menos 30 años posterior a los otros cuatro y conocedor de la pintura flamenca.
En conjunto, representa el final del periodo italo-gótico en Aragón y el comienzo del estilo internacional. Una pieza excepcional, única en Europa, que sincretiza la herencia clásica, lo italo-gótico, el estilo internacional, lo cristiano, lo judío y lo mudéjar. Donde se conjugan a la perfección el sentido oriental ornamental y el occidental pictórico. Siendo aún así una obra poco conocida en Aragón, quizá por ese traslado a Madrid.
Después de la desamortización de 1835 la reliquia del Sacro Dubio regresó a Cimballa. Mientras el relicario viajó a la Real Academia de la Historia en 1851. A través de las gestiones del nuevo propietario del monasterio Juan Federico de Muntadas, y de Pascual de Gayangos y Arce (numerario de la Academia y encargado de ver las riquezas artísticas de la provincia), Luis López Ballesteros (director de la propia Academia) y Felipe Canga Argüelles (ministro de Fincas del Estado y numerario de la Academia por su labor de reconocimiento de riquezas). Éste último justificó el traslado así: A fin de librarle del abandono en que se hallaba. A pesar de tener ya un dueño, que colaboró en ese traslado. El pintor Valentín Carderera también hizo una descripción elogiosa del mismo.
En su libro de 2013, El altar relicario del monasterio de Piedra, Herbert González, comenta este traslado. Juan Federico Muntadas, dueño del monasterio, lo cedió al Ministerio de Fincas del Estado, alegando que valía más que los inmuebles. Parece que estaba en un pajar y con ojeadores británicos detrás. Herbert González reconoce algunas irregularidades en los términos legales de la donación e incluso en lo tocante a la propiedad.
Este extraordinario relicario debería de regresar al Monasterio de Piedra, lugar donde adquiere su pleno significado en su contexto histórico-artístico, sumándose a los atractivos del mismo. En vez de la reproducción realizada en 2006 y más siendo que no está expuesta al público en su ubicación actual.
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