En el verano de 2016, desde Puyalón de Cuchas alertábamos del patrimonio en peligro en Mularroya. Escenificado en el infame derribo de la ermita de Los Palacios. En un atroz desconocimiento de su propio patrimonio, la alcaldesa almuniense Marta Gracia Blanco, calificaba de cuadra, dicho edificio. Rematado recientemente con unas declaraciones donde cita Mularroya como posible abastecimiento de agua a La Almunia. La propia declaración de impacto ambiental del pantano la descarta por su nivel de contaminación.
Paradójicamente, el pueblo de Morés vuelve a denunciar que llevan tres años sin agua de grifo, ante la inacción del gobierno de Aragón. El trasvase del Jalón empeoraría la calidad del agua actual. En el momento en que se cierne la amenaza de una macroexplotación porcina en Malanquilla. O la macrovaquería de Noviercas con afecciones al Aranda, Ribota y Manubles. Todos ellos afluentes del Jalón. Ya entonces citábamos el acueducto de la acequia del Olivar de Grío, datado entre 1540-60, y reformado hacia 1670. Ha estado en funcionamiento hasta hace pocos años.
El citado acueducto regaba el Olivar de la Iglesia, unas espectaculares y venerables oliveras que han sido arrasadas sin el menor pudor. Impacta ver oliveras de este tamaño derribadas y mutiladas. Su destino, ser incineradas o ser vendidas para decorar jardines de gente rica. Una vez más, el patrimonio solo se entiende plenamente en su contexto. El primer conde de Morata, Pedro Martínez de Luna, fue quien autorizó a los moriscos a plantarlas. Arrasando la historia y un paisaje lleno de olivares que nos habla de cómo somos. Siendo de los árboles singulares de Valdexalón.
No podemos dejar de citar a quienes se van por las ramas hablando de ecología y árboles y han apoyado este oprobio. La historia no les absolverá. Causa indignación que mientras se promociona desde los poderes públicos la votación de la carrasca de Lecina como árbol europeo del año, se permita este atentado ecológico. En otros sitios se protege, valora y cataloga estas oliveras centenarias. Lamentablemente el olivar de Grío es ya un recuerdo. Y desde Puyalón de Cuchas volvemos a denunciarlo.