La reforma de las pensiones no es sino un nuevo ataque a los intereses de las clase populares: que no el último ataque.
Esta larga y profunda crisis está sacando de nuevo a la luz el conflicto social irreconciliable entre los intereses de la mayoría y los intereses del capital. Sin haberse ido, vuelve el enfrentamiento de clase: el Estado es cada vez menos un escenario de consensos sociales o agente redistribuidor de la riqueza y es, cada vez más claramente, un instrumento para imponer el programa de las elites económicas. El talón de hierro de la burguesía.
Se trata de un ataque al corazón del llamado estado del bienestar, es decir, al centro del pacto social que justifica la artificialidad de la democracia. El gobierno del PSOE profundiza así su compromiso con el proyecto neoliberal, aprovechando el contexto de crisis para imponer una medida impopular y antidemocrática. Se trata además de un regalo al capital financiero, dado que la reforma es innecesaria al gozar el sistema de pensiones de una inmejorable salud ¡ya lo quisieran otros!
Ya en 1991 el FMI emitió un informe en el que “alertaba” de los supuestos problemas a los que se estarían enfrentando los sistemas públicos de pensiones. Fundaciones de grandes bancos, grupos de “expertos“ pagados por grandes empresas y agencias internacionales llevan ya tiempo atacando el sistema público de pensiones, repitiendo hasta la saciedad argumentos vacíos, tendenciosos y de tufo maltusiano.
¡Maldita cantinela de la crisis demográfica de las cotizaciones! Si todas las predicciones de quiebra que ha lanzado la banca sobre las pensiones públicas hubieran sido acertadas , el sistema público de pensiones ya habría quebrado en varias ocasiones a lo largo de los últimos quince años. De momento, sin embargo, sigue con superávit. Mientras tanto, la crisis ha golpeado a los fondos privados, que han sufrido pérdidas de cerca de un 30% en los últimos años, en el conjunto de la OCDE.
El bocado es muy apetitoso. Para 1996 se calculaba el valor total del ahorro mundial en forma de pensiones – públicas y privadas- en 12.000 millardos de dólares (un millardo son cien mil millones ¡cuenta ceros!), frente a 23.000 millardos de dólares de capitalización total mundial de la bolsa en 1997. La tierra prometida del capital financiero.
El hecho es que el creciente peso del capital financiero y de las actividades especulativas en las empresas de la economía productiva hace que se contemple la privatización de las pensiones como una garantía de flujo regular y abundante de recursos financieros al capital privado. Hablamos de una gigantesca ampliación del mercado financiero por vía de las pensiones privadas servida en bandeja de plata. De aquí la ansiedad por una reforma que facilite la privatización de las pensiones: cuando hay un “buen” sistema público de pensiones se contratan menos planes privados, pues tienen mucho más riesgo.
En definitiva, el intento de ligar la recuperación económica/crecimiento con las pensiones de jubilación, no sólo es falso, sino que es una jugada muy fea que Zapatero les está haciendo a las trabajadoras y trabajadores para asegurar el flujo de capitales hacia los mercados financieros: para la especulación. Esos mismos agentes especulativos que controlan millonarias carteras de inversión ahora huyen de la burbuja inmobiliaria y están creando una nueva burbuja con la escasez de alimentos y materias primas. La única norma: el máximo beneficio.
Como resultado un sistema perverso: la búsqueda de la máxima rentabilidad de las carteras de inversión -que es a donde van a parar los fondos de los planes privados de jubilación de los trabajadores del primer mundo- tiene consecuencias devastadoras en sus compañeros de clase del sur global.
Es por esto que al capital no le sirve ninguna otra cosa que no sea descabalgar al sistema público de pensiones, descoyuntarlo. Se trata de obligar, a toda aquella gente que pueda, a contratar un plan de pensiones con la banca. Y esto se hace al precio de enfrentar a una vejez de miseria y marginación a toda aquella gente precarizada que no pueda contratar un plan de pensiones.
Es así como entendemos que se alarguen las bases de cálculo y se aplace la fecha de jubilación. El objetivo último no es otro que reducir las pensiones públicas a un 40% del salario real percibido, como dicta el Banco Mundial.
Terrible sacrificio ofrece zapatero a la voracidad sin límite del “Dios Mercado”. No es una reforma provocada por la crisis, es una reforma posibilitada por la crisis. Solo la ola de miedo que sofoca a las clases trabajadoras puede hacer posible presentar medidas como esta. Es la Doctrina del Shock en estado puro: una medida que se aplicará de forma diferida, que aprovecha un momento de convulsión social… un puro embuste de un gobierno sin principios.
No hay déficit ni presente ni futuro del sistema de pensiones.
La reforma no tiene ninguna relación con la reducción del déficit público ni con la recuperación del crecimiento económico.
Nadie habla de la situación real de los jubilados y de dar soluciones a las difíciles condiciones de vida que muchas atraviesan y atravesarán.
Si hay riesgo real; si preocupa la calidad de vida de jubiladas y jubilados: ¿Por qué no se habla de crear servicios de asistencia directa? Por qué renunciar a ofrecer un servicio público de jubilación, con planes de vivienda y servicios de gestión pública. Un servicio que no solo creara empleo si no que aumentara la eficiencia de los fondos públicos de pensiones y permitiera MEJORAR la calidad de vida de la ancianidad: de aquellas personas que ya trabajaron en su día.
El horizonte debe ser enfrentar el envejecimiento de la población, problemática agravada por la ruralidad en países como Aragón. Y enfrentarlo desde la solidaridad, caminando hacia la sociedad de los cuidados, como superación de la miseria neoliberal del capital y la guerra.
Si falta dinero que se aumenten las cotizaciones del capital. Si de lo que se trata es de robustecer los ingresos del sistema, se pueden incrementar las cuotas a la Seguridad Social, eliminando los topes de cotización a las rentas altas. En caso de desfase financiero transitorio, con un nuevo régimen fiscal –con impuestos directos progresivos- se complementaría el sistema de seguridad social con parte del presupuesto público.
Porque no somos animales de carga: Las trabajadoras y trabajadores queremos un sistema público de pensiones que garantice una vida digna a cualquier persona que por la razón que sea ya no tenga medios para ganarse la vida.
Queremos jubilarnos a una edad razonable. Para gozar de salud. Para convivir con nuestras amistades y familiares, para desarrollarnos como personas. El capital no debe campar a sus anchas. Porque queremos tener estabilidad económica y unos ingresos mínimos garantizados: ¡Pensiones dignas y renta básica!
Puyalón de Cuchas | Izquierda Anticapitalista Aragón
]]>